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Se despertó cubierta de sudor, las manos le temblaban, las imágenes aún frescas en su memoria como si las tuviese delante, el corazón golpeando su pecho hasta casi reventar. Una nueva pesadilla, una nueva sombra se había unido a su larga lista de terrores nocturnos.

Como si hiciera falta uno más.

Como si su cabeza no estuviese llena de recuerdos así.

Como si no fuesen suficientes.

 

 

 

Aún era capaz de sentirlo. Cuando cerraba el puño, lo sentía estrellarse contra el plexo solar de aquella muchacha. Sentía las costillas ceder y las vibraciones del golpe extenderse por todo el cuerpo. También sentía, de nuevo, aquella rabia que emanaba de ella, que la misma Diana se resistía a dejar salir. Sentía su propia frustración condensada en un terrible puñetazo, en un intento desesperado de sacarla a la luz de Selene.

 

También sintió las miradas acusadoras de Valeria, de Camino Seguro y, quizás la que más dolor le infligió, la de Voz de Garm. ¿Es que no lo entendían? ¿Preferían que tuviera que morir gente cuando cambiase? O, peor, estando asediados por siervos del Wyrm ¿Qué ocurriría si cambiase en medio de la batalla, cerca del resto de la parentela? 

 

 

 

Sentada junto al fuego observaba a los que ahora decían ser su familia. Organizándose, hablando y preparándose para la batalla que se aproximaba al Salugral. Sola e ignorada escuchaba el chisporroteo del fuego, el viento entre los árboles que agitaba las llamas y acariciaba su rostro, los susurros de la tribu en la oscuridad de la noche que encerraba el lugar. No era la primera vez que Destiny se sentía sola,en su casa también era así en ocasiones, por eso parecía no molestarle.

 

El fuego, el danzar de las llamas le hacían recordar su hogar, su familia, su madre y pensaba en si Rashid estaría cumpliendo su promesa; en si estarían vivos o muriendo por que ella no estaba allí para dar sus bendiciones. El fuego, su olor entrando por sus fosas nasales la trasladaba allí; podía ver sus rostros, sentir sus caricias mientras sonreían. El fuego, su calor que parecía abrazarla y llenarla de energía mientras imaginaba a sus primos, tíos y padres bailando y bebiendo alrededor de él mientras tocaban, cantaban y en una gran olla se calentaba la comida. El fuego, el calor en su piel le recordaba al pasado, a cuando aún sentía calor en su corazón.

 

Un carraspeo de “Voz del Ayer” es cuanto hace falta para que el único sonido que se oiga en todo el túmulo, sea el crepitar del fuego. Los Roehuesos de la manada de “Los Perros Sarnosos” dejan el griterío a un lado, mientras que la Camada detienen sus peleas y gruñidos. Los Hijos de Gaia de “La Sonrisa Oculta de Selene” alzan la vista y se acercan al fuego a escuchar la historia que está por venir.

-Os he contado muchas historias a lo largo de los años- Voz del Ayer ya pasa los cuarenta años, pero lejos de pesarle en la voz, le han dado la resonancia y y la profundidad necesarias para hacerla llegar allá donde quiere, al corazón de su publico.

  

 

Aquel día era duro. No fue bueno para mí. La espiral de sucesos se cernía y todo cada vez estaba más complicado. Un trabajo duro, un sueldo escaso, los precios subiendo y nuestros supuestos representantes solo se jactaban de hablar en público sobre todo lo que se debía hacer mientras se insultan unos a otros para nuestra desgracia y abandono.

 

Esa tarde era calurosa. Dolorosamente calurosa. Ni bajando el sol se podía pasear tranquilo por la calle sin pensar en que es verano y que este clima no es normal. Dicen que el sol alegra más que un día de lluvia, pero no con lo que estaba por acontecer.

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