Bajo la fría bruma matutina en la tierra creía un manto de pequeñas hierbas, cubiertas por gotas de agua tan pequeñas que reflejaban la luz naciente como si de un pequeño lago se tratase. Esa luminosidad reflejada permitía ver la silueta de tres grandes peñas de roca, en cuya superficie crecían líquenes verdes y blancos, formando un complejo y abstracto mapa.
Entre las rocas había un pequeño claro, no más grande que la cama de un niño pequeño, y junto a una de las peñas y delimitado por unas pocas rocas había una hoguera apagada, la ceniza aglutinada en terrones por la humedad.
Ekaterina se duerme en la tienda como de costumbre, sus ojos muestran pena, ella acaricia a los cachorros de Abrelatas, no puede verlos, pero siente que los cachorros esperan ansiosos la llegada de su padre. Entre sollozos, ella cae rendida entre las pieles de su cama.
El sueño se hace difícil pero por fin llega la ansiada paz y concilia la calma.
Mihai meditaba frente al espejo. El ritual no estaba funcionando. Daba igual lo que hiciese.
La Rabia seguía reptando por su garganta.
Sabía que había perdido a su amiga. Sabía que había perdido a Destiny la única persona a la que quizás podría llamar pariente. Incluso Aliento del Cazador, que genuinamente quería estar a su lado. Y sabía que esto se extendería.
Huellas de Plata sujeta la cabeza de la parentela dentro del agua, el agua parece estar en ebullición debido a los intentos de la chica por coger aire, sus manos arañan y agarran la muñeca del Garou, sus piernas patalean golpeando el barril.
Sara va vestida entera de negro, tiene en la boca uno de los chupa chups que le ha dado Patri para que su noche sea más dulce. Ay Patri, mi niña, ojalá todo fuera tan fácil. Se quita con cuidado el abrigo que le llega por las rodillas, se pone unos guantes y monta el rifle francotirador. Se lo coloca en un hombro con extremo cuidado y echa un vistazo por la mira. Ahí está Abrelatas. Solo ver cómo vive o que gente como Ekaterina le tratan con cariño le dan ganas de vomitar. Sabe que no la ve, ha elegido esta hora en concreto porque suele estar tan drogado que no sentiría ni una estampida de elefantes.
Cierra un ojo para concentrarse. Las manos no tiemblan. La mente fría y calculadora. El dedo aprieta el gatillo… y no produce ruido, ni bala, ni nada. Baja los hombros, el arma y su humor que había mejorado vuelve a su estado habitual. Sabe que un tiro no matará a ese monstruo y la muerte solo dará descanso a quien quiere que sufra. Desde hace días fantasea con acabar con el rey de su sufrimiento. Patri… ¿Cómo pudo hacerte eso? ¿Cómo pudo intentar arrebatarte la poca inocencia que te queda? Sara ha luchado tantos años para mantener a su hermana lejos del peligro que una lágrima resbala por su mejilla fría.