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En una columna del periódico hoy, destaca la crítica mensual de Silvia Rubio Marín. Una crítica mordaz, que atrae a todo tipo de público para reír o enfadar. Algo que siempre crea varios frentes en distintos medios. Un artículo que permite mucho movimiento en la comarca y con las cosas que denuncia, quizás por eso se permita.

 

El atrevimiento de Silvia no solo le lleva a una fama en la zona mediocre de la que hablan días, sino a una vida de máxima cautela para realizar su trabajo y por lo que se intuye, vivir escondida de las represalias más extremistas.

 

 

 

El Salugral sufre las consecuencias de ser un campo de batalla para el Pueblo. Explosiones, electricidad surcando el cielo, los estragos de garras y colmillos, así como las emanaciones de los enemigos, todos ellos lacayos del Wyrm. Los campos de batalla siempre se llevan la peor parte, pues sus heridas y cicatrices siempre permanecen durante más tiempo. 

 

La Penumbra del lugar ahora es más oscura, más salvaje. Las escasas telarañas que cubrían el lugar están rotas y deshilachadas, y durante varias noches, Selene se muestra rojiza como la sangre en el cielo umbral.

 

 

 

Abre sus etéreos ojos por primera vez y contempla una roca. Ahí dice algo… oh, Sal-u descubre que puede leer. “Escudo del Pueblo”. Ve llegar a un gran espíritu. Da miedo a mucha gente, pero no a Sal-u. Es demasiado pequeño para importunarle, demasiado irrelevante todavía para llamar su atención. El Entiznáu da grandes zancadas, y clava una espada junto a la roca. Difícilmente podría alguien extraerla de la entraña de la tierra, pues el poderoso espíritu pide a la roca que cierre sus férreos dedos en torno a la hoja.

 

Sal-u deambula por el lugar, y llega a una zona con mesas destrozadas. Aún no las han arreglado. Ve, o recuerda más bien, una cazadora de pelaje anaranjado, acosada por tres lobos grandes. Un bastón que deja huella, un hacha que clama venganza y un lanzallamas que llora a su familia. Y aullidos mezclados con rugidos. No es la primera vez que le ocurre, pero si la primera que es consciente de ello. ¡La Cazadora se alza!

 

Un día de diario cualquiera de esta semana, en la ciudad de Cáceres un equipo de cuatro personas baja a realizar una inspección. Dos operarios del ayuntamiento, García y Melquiades son los encargados de ir abriendo paso en los túneles de mantenimiento de las alcantarillas en la zona de Mejostilla. Los acompaña la Técnico de Laboratorio Villanueva y el Doctor en Entomología Benavente.

 

El coche cruza el barrio de Mejostilla escoltados por un coche de la Policía Local, territorio de los Víboras, ante la atenta mirada de sus habitantes. Es curioso ver por aquí un coche del ayuntamiento con seguridad, no debe haberles quedado mucha alternativa para recorrer estas calles. La cosa está últimamente revuelta y ha habido enfrentamientos entre las bandas. Los dos miembros de la Universidad de Madrid miran con horror las calles, deseando no tener que bajarse en ellas. Hoy es su día de suerte.

En un desvencijado cuaderno de notas de hace muchos años, roído por el moho y la humedad, puede leerse aún algunos fragmentos de lo que antaño parecía un diario. Las delicadas páginas parecen al borde de desmembrarse del resto y su tacto ajado hace que el pasar de hojas sea frágil, quizás la última vez que unos ojos puedan ver estas palabras.

 

Ahora que me acuesto a soñar,

Le ruego al Señor que cuide de mi alma,

Si muero antes de despertar,

Le ruego al Señor que tome mi alma.

  

 

8 de agosto de 1939

La guerra ha finalizado. Todo retoma su cauce. Demasiados niños en el orfanato, me llama la atención incluso los que han venido de tierras lejanas. El buen Doctor indica que está bien así, es mejor tener trabajo a sucumbir al tedio.

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