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Lluvia, tan ruidosa y silenciosa a la vez, solo para aquellos que valoran su belleza. Una chica sale de su trabajo cansada, abre su paraguas e inicia el camino a casa. En lo alto de un tejado, una figura encapuchada la observa, esbozando una cálida sonrisa, algo que hace poco comenzó a volver a tener en su rostro. Estaba alegre de ver como la única persona que amó en otra vida continuaba haciendo honor al giro de su rueda en el ciclo.  

 

Pero Adam no estaba esa tormentosa noche para velar por Sonia. El trabajo es el trabajo y él tiene un deber que cumplir por y para todos. Años de sufrimiento y tormento interior le llevaron a mirar con palos de ciego a su objetivo, guiado por la buena mano del padre Vaclac. Ahora él está muerto, pero su fe y su convicción son más grandes que nunca gracias un poder superior que le mostró el camino del que se desvió.

 

 

                El pequeño saltamontes observaba el mundo que le rodeaba. Era un mundo limitado, pero constantemente cambiante. Todo estable. Un salto. Todo distinto. Víbora pensaba que debía ser parecido para sus enemigos. Esforzándose constantemente por mantener la Realidad estable, según sus normas. Y entonces un instinto que nadie puede controlar, “salta”, y todo cambia. Todo distinto, alienígena, lo que era arriba ahora es abajo.

 

-Vaya putada, ¿eh?- le susurra al saltamontes, que le ignora con la intensidad de mil realidades –Y tú ahí en medio, saltando. Sin saber nada. Sin necesitar nada. En cierto modo eres el más libre. Todo te da igual. Quizás el tuyo sea el gesto supremo de rebeldía.

 

 

 

 

“Por las sierras de Las Jurdes, 

al pie la peña de Francia, 

anda de día y de noche 

una Jáncana malvada. 

¡Desdichado el caballero 

que se la encuentre a la cara!”

 

–¡Abuelo, vaya más despacio, se me va a caer!

 

 

 

 

La música a toda pastilla no la dejaba concentrarse, esta martilleaba la pared sin descanso. Era como vivir con una adolescente loca en plena efervescencia que no podía devolvérsela a sus padres por más que quisiera. Una adolescente adicta a la comida basura, los mangas hentais y con unos hábitos particularmente molestos para alguien como ella. Desordenada, ruidosa y extremadamente poderosa que podía cambiar la realidad a su voluntad y que nunca fregaba los platos. Que tampoco la dejaba ni a sol ni a sombra. La primera noche había tomado un coche y un avión rumbo al lugar más lejano que se le había ocurrido con la esperanza de que la distancia fuese vital para su influencia. Despertarse al día siguiente en aquel apartamento le había dejado clara una cosa.

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