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¿Con que sueñan los monstruos?

 

 

Es verdad, pues: reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos.

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña,

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Airón duerme y en su sueño nunca Despierta. En esa realidad onírica, la verbena nunca se llamó Airón y nunca fue verbena. En ese mundo de ensueño, sus padres nunca la abandonaron porque su piel estaba intacta como la de cualquier otro niño y creció colmada de comodidades y afecto: Comida en la mesa, amigos con los que jugar, regalos en los cumpleaños, un techo para parar la lluvia, una chimenea para calentar los huesos y besos de buenas noches antes de dormir.

 

Una existencia común, tan fácil, tan segura, que hace que se le olvide la importancia incluso de estar viva porque en ningún momento se plantea que podría no estarlo. ¿Cómo podemos saber el valor de algo si no hemos temido perderlo, si no hemos tenido que luchar por ello?

 

Ella crece, estudia, trabaja, se enamora, tiene hijos y muere vieja y feliz, rodeada de personas que han pasado todo el tiempo a su lado, que le han cuidado y que, sin duda, le quieren. Y es esa muerte blanda, cálida y cercana la que le hace recordar la dureza de su vida, su frialdad y su aislamiento.

 

Airón abre los ojos en medio de la noche, agazapada con un cuchillo en la mano en un rincón de su pequeño cobertizo. Nota el familiar tacto de la madera bajo sus pies, huele el humo de la hoguera que se ha apagado fuera y escucha la tormenta que amenaza con llegar. Esa es su vida. No necesita una cama para dormir cómoda, no necesita un fuego para calentarse, no teme a la tormenta, que como viene se irá. La vida es más fuerte que todo eso y, si su sueño fuese real, ella nunca hubiese llegado a comprenderlo. Habría muerto pensando que tenía todo lo que se puede tener sin ser consciente de que lo que tenía no es más que un placebo. En el sueño pensaba que era completamente feliz, pero realmente lo que ocurría es que no sabía cuánto más podía serlo en la realidad.

 

Esas personas del sueño solo la querían porque era fácil hacerlo. Es muy cómodo querer a alguien en el calor de una casa, con el estómago lleno y la complacencia del paradigma. ¿Cuántas de esas personas que le rodeaban en su lecho de muerte mientras dormía le habrían querido igual si hacerlo no hubiese sido tan sencillo, si hubiesen tenido que pagar un precio alto por ello?

 

Airón saca de su bolsillo una pequeña piedra violeta y la aprieta con fuerza en su mano. Nota como su corazón late dentro de su pecho y como, a la vez, lo hace a kilómetros de allí, dentro de otra persona. Mira las cáscaras de castañas y los huesos de cereza que ha dejado en el suelo y la lluvia comienza a caer sobre el cobertizo con un ritmo que casi puede jurar que le recuerda a una canción. Luego pasa sus manos por sus brazos y nota los relieves de las cicatrices que tiene en ellos. Podría haberlas hecho desaparecer pero no quiere. Cada una de esas cicatrices es un juramento. Promesas hechas a personas que están a su lado, incluso a pesar de que no es fácil.

 

Durante toda su vida la niña ha tenido pesadillas. De pequeña soñaba con su familia y, cuando creció y descubrió que era más fuerte que ellos, sus pesadillas encontraron un buen sustituto en la tecnocracia. En la vida real Airón siempre ha sido considerada un monstruo y tratada como tal pero en sus sueños… en sus sueños ellos le encierran, le torturan, le hacen vivir sin estar viva y, al final, con la facilidad con la que se pulsa un botón, le matan. En sus sueños ellos le aterrorizan hasta el punto de convertir sus días en una guerra continua para que lo que ve por la noche nunca se haga realidad. Si, puede que ella de miedo pero, ¿qué clase de criatura debes de ser para aparecer en las pesadillas de un monstruo?

 

Sueños de un pasado más sencillo, pesadillas de un futuro más terrible... Y en medio, ella. En medio, el ahora. La realidad palpable. El aire que respira. El corazón que late. La lagrima que cae. La sonrisa que aparece. La certeza absoluta. La decisión tomada.

 

Airón se pone en pie y sale de su refugio. La lluvia moja su pelo, su ropa y su piel y ella ríe. La tormenta ruge en el cielo y ella responde gritando con tanta fuerza que convierte los truenos en una dulce nana. Es un bramido de alegría, de desafío, de vida. Es la constatación nacida de lo más profundo de su alma, de que todo es como debe ser. Sin sueños absurdos. Sin pesadillas espantosas. Sin existencias fáciles. Sin torturas horribles.

 

Solo la vida abriéndose camino. Y ella siguiéndola a donde quiera que le lleve.

 

Yo sueño que estoy aquí

destas prisiones cargado,

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

 

Relato de: Alba

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