Este trabajo está mal pagado de narices, pero ¿esto? Esto no tiene nombre… Vanesa y yo paramos el coche en la cuneta. Me cago en la puta, todavía maldigo el día en el que se me ocurrió…
Avancé por el arcén para descubrir lo que quedaba de aquel pobre animal destripado al lado de la carretera. Toda la hierba de alrededor estaba salpicada de sangre, arrancada, incluso la tierra movida. ¿Una oveja? Dios, he visto atrocidades a lo largo de mi puñetera carrera, pero ese puto bicho comido me inspiraba mucho asco. Le habían comido todas las entrañas y gran parte de carne, sobre todo del lomo y el abdomen.
Vanesa me miró con cara de indiferencia, para ella era simplemente un bicho de granja comido y perdido de la mano de Dios. Se limitó a decir “¿Perros? ¿Varios?”. Yo sabía lo que había. Saque mi reglamentaria y la linterna e intentaba encontrar un rastro. A mi compañera no la hizo falta mediarla palabra para que desenfundara su arma y me apoyara desde cerca.