Aún no soy consciente de la suerte que he tenido.

A ver. Todo empezó con aquel accidente de autobús y la terapia a la que intentaron obligarnos a ir... ¿Por qué digo “intentar”? Bueno, intentaron comernos la cabeza con lo que era bueno para nosotros y lo bien que nos iba a venir para superar el trauma… ¿Qué trauma? ¡Yo no soy uno de esos flojos que necesita ir a un loquero a contarle memeces porque he visto cuatro o cinco muertos dentro de un autobús! Así que pasé y mandé a la mierda sus propuestas.

Intenté seguir con mi vida normal, aunque reconozco que de vez en cuando echaba un vistazo a las noticias. La que se montó en Cáceres al parecer fue gorda… pero a mí ya me pillaba en casa con mi familia, así que tampoco me preocupé mucho por los sucesos, siendo sincero.

La inquietud comenzó cuando la gente que conocía de vista del accidente comenzó a desaparecer. Sin dejar ni rastro ni ningún tipo de pista, joder. Como si se les hubiera tragado la tierra.

Comencé a interesarme más por las noticias, obviamente… Familiares, amigos, parejas sentimentales, vecinos… todos desesperados por encontrar a esos chicos y chicas, hombres y mujeres. Empecé a acojonarme, todo apuntaba a que no eran desapariciones al azar y a que tenía que ver con el accidente y la movida de Semana Santa en Cáceres.

Pase varias semanas con miedo y sin querer salir de casa. Yo también estuve allí, era el siguiente. Tendrían que estar al caer… Cualquier ruido en la noche, cualquier voz en la calle, cualquier coche pasar… Todo me sobresaltaba. Mis padres querían que fuera a desahogarme con otro loquero o que hablara con la policía. ¿De qué iba a servir? Lo mismo eso empeoraba las cosas.

Pero no llegaron. No vinieron. No desaparecí. Lo único que me diferenciaba de ellos es que yo no me quedé en Cáceres y no asistí a ninguna terapia.

Aún no soy consciente de la suerte que he tenido…