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19/01/2017 - Miedos

Mamá se preocupa porque dice que no me ve jugar con otros niños de mi edad. Cree que porque estoy con mis libros no me entero de lo que pasa en casa o en la calle. “Simples preferencias” le dice la señorita, “no se preocupe, todo llegará a su tiempo” nos cuenta el doctor de la cabeza.

 

Sé cuándo papá y mamá discuten, sé cuándo los señores que dicen que nos gobiernan salen en la tele a seguir diciendo muchas mentiras, sé que el doctor de la cabeza piensa que no soy capaz de hacer amigos por mí misma… Todos creen que por ser una niña pequeña no me entero de lo que pasa, pero ¡yo ya soy mayor! ¡Se equivocan!

  

Me llamo Laura y aunque estudio Primaria, ¡ya sé mucho! Mis profes creen que me van a adelantar varios cursos porque pierdo el tiempo y saco muy buenas notas, pero papá y mamá tienen miedo porque dicen que no tengo amigos y así será más difícil. ¡Pero yo sí tengo amigos! 

¡Yo soy muy lista! Eso es verdad. Pero a veces, al mirar a los ojos a la gente, veo qué piensan realmente. Mi abuelo decía que eso es algo que tengo que guardarme para mí y usarlo sólo si es necesario… ¡Pero es que es muy divertido ver cómo mis compañeros se equivocan en medio del examen…!

  

Los adultos no pueden ver el mundo como lo vemos los niños, pero yo entiendo cómo lo ven ellos. Para papá la vida es salir de casa después de desayunar, trabajar en la aburrida fábrica, comer, trabajar, y volver a casa a descansar. Los domingos está todo el día en casa, pero discute con mamá porque ella sí quiere ese día hacer cosas, pero mi papá está cansado de toda la semana. Siempre dice que no tiene tiempo para él. Son infelices y como los papás de mis compañeros de clase seguro que acabarán viviendo en casas distintas... En su mirada puedo ver que se quieren, pero en sus actos sólo veo lo que en catequesis nos dicen que no debemos hacer…

  

A mí eso no me va a pasar. Soy muy lista y lo pienso aprovechar. Mi abuelo me enseñó a tener una cosa que él llamaba picardía. ¡Y hay que usarla! Pero él ya está feliz con mi abuela en el cielo. Aquí solo sufría y lo pasaba mal. A papá no le caía bien y no le gustaba que estuviera en casa. Nunca supe por qué… pero al final le mandaron a un hospital con más viejecitos.

  

¡Yo le iba a ver todos los días! Pero a mi papá no le gustaba. Solo hablaba de qué hacer con la casa de mi abuelo cuando él no estuviera. Entonces un día vino mamá a recogerme al colegio, se arrodilló junto a mí y me dijo que el abuelo se había ido con la abuela al cielo. Eso me entristeció mucho… Más aún cuando leí en sus ojos por qué había muerto mi abuelo, lo que sufrió y lo que significaba morir…

  

La verdad, mi mamá comienza a cansarme con que tenga “amiguitos”, como ella dice. Pero los últimos días al salir de clase veo una chica que me da mucha curiosidad. La veo siempre en la acera de enfrente. Tiene edad para ir a la universidad y es guapísima, con pelo negro brillante y largo. Parece muy deportista por cómo va vestida y lo en forma que está. Me mira siempre fijamente con esos brillantes ojos azules que son muy bonitos, pero no he conseguido leer nada en ellos y no entiendo por qué…

  

Han pasado varios días: el lunes, el martes, el miércoles… Siempre me miraba seria. El jueves estaba allí como siempre. Yo nunca me acercaba y ella nunca se acercaba. Me miró al principio como todos los días y me dedicó una sonrisa. En ese momento por fin pude leer sus ojos, pero solo vi que estaba preocupada por mí. ¿Por qué, si no me conoce? Desde entonces no la he vuelto a ver. Qué raro, ¿verdad?

  

Después de una tarde en la biblioteca, vuelvo a casa y mamá se está quejando como siempre. Ceno y me voy a mi cuarto. Pronto entra papá furioso, discutió con mamá y lo paga conmigo. Después de varias voces me indica que me lave los dientes y vaya a dormir de una vez… Me quita mis libros para que duerma y no lea con la linterna…

  

Voy al baño muy enfadada y me cepillo los dientes. Ahí, en el reflejo del espejo, puedo ver a mi amigo, con quien hablo muchas noches. Pero no entiendo su gesto. No entiendo las marcas de sus ojos. Están vacíos. Surge otro más… ¡A ese no le conozco! ¡Nunca le había visto! ¿Qué está pasando? Parece gritar de dolor… Intento salir del baño, pero ¡no puedo! Llamo a papá y a mamá a gritos, pero nadie responde... Ellos me miran desde el espejo muy enfadados…

  

Tengo miedo…

 

 

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