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Diario de un descarriado: Entrada 3

Algunas heridas se han abierto y escucho el sonido seco de más balas aplastadas caer al suelo del baño, ahora me doy cuenta de que tengo ese feo collar en mi cuello, lo agarro para arrancarlo, palidezco al pensarlo y tan solo lo aprieto fuerte en mi puño, me hace sangrar, recuerdo que me lo dio la bestia.

 

Me ducho, al menos mi albornoz está limpio y me reconforta ponérmelo, me calzo unas babuchas de forro suave de piel de camello y salgo despacio de la destrozada habitación, camino de otra sala más pequeña tras atravesar un salón con chimenea. Casi todo está intacto, algo de barro y poco más. Entro en la sala preparada como un vestidor, con algunos trajes y camisas, escojo un traje gris, elegante, camisa y corbata a juego, me encanta vestir bien cuando tengo que huir de un país.

 

Recojo lo que puedo y lo meto en el maletero del coche.

No hay nadie en los alrededores, solo los restos del enfrentamiento y los charcos de sangre seca, los pocos de mis efectivos supervivientes se han ocultado a la espera de instrucciones. Desaparecer es ahora la prioridad.

 

Muchos muertos. Están enterrados ahora entre los olivos de la finca. Derramo lágrimas de ira al tener que arrastrar el cadáver de uno de los pocos amigos de verdad que me quedaban, le metí en esto y ha muerto por mi culpa, el necesitaba ayuda y se envolvió en una telaraña que no comprendimos hasta que fue demasiado tarde. Involuntariamente le traicioné…

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