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La Última Cacería

 

 

Cuando las cadenas invisibles que ataban a Aliento del Cazador al Segador fueron sesgadas, la Garou sintió como la rabia nacía de ella con una fuerza arrolladora. Sintió un tirón, y sus ojos volvieron a brillar con luz de luna. 

 

De forma instintiva, cambió a Lupus con un gruñido de alivio e impaciencia. Sacudiendo su pelaje, un pelaje más vivo e incendiario que en vida, sintió nuevamente el tirón. Un pulso, una llamada. Y sin mediar palabra, corrió a través de la Umbra dando la espalda a la figura encapuchada que había sido su Tótem en muerte. 

 

Caleb sólo podía reír entre dientes al ver a la joven loba desaparecer tras un nuevo rastro de una figura muy conocida para ella. 

 

Corrió por la Umbra rastreando, buscando sin descanso, cazando y persiguiendo, dejando atrás a Espíritus que le abrían paso, temerosos de ponerse en medio de su camino. Su paso se aceleró, los saltos cada vez recorrían mayor distancia y tardaba menos tiempo en completarlos, más apresurados, más ansiosos. Precisos, concisos. Decididos. A veces, ni siquiera posaba sus patas en una superficie. A veces simplemente se aparecía en un punto concreto.

 

En la cabeza de la joven loba, un destino, una figura. 

 

Entonces Aliento del Cazador se apareció frente a una silueta humana, desnuda y luminosa. Reconocía rasgos de su antigua manada, de Noche, en ella. La loba se detuvo jadeante. Reconoció rasgos de Nana de Espinas, de Canción Nueva, de Armonía de la Naturaleza e incluso de sí misma. Incluso de personas a las que ya… no recordaba. Que no tenían nombre para ella.

 

Se sintió en casa, con el Clan de la Inspiración de Selene. Aún así, la Garou se mantuvo en guardia, con la cabeza baja, lista para saltar.

 

Sin duda, el tirón provenía de allí. De ella.

 

Newa miró a la Garou con cierto orgullo y desconfianza. Pero en su rostro había una sonrisa juguetona, traviesa, que la loba de pelaje anaranjado reconoció de Modo Difícil.

—No tuviste suficiente con cazarme en vida que ahora ¿también en muerte me vas a cazar? — inquirió con un tono rebelde, casi molesta. —Ya no estoy corrupta. Os cerciorasteis de ello.

Era inusualmente fácil hablar con la Lúnula. Como si estuviera hablando con algún miembro del Clan. Consigo misma.

—La muerte no es el fin. — le recordó, pensando en Estrella Polar. —Si no un cambio y el comienzo de algo nuevo. Y yo no he sino esperado para poder perseguirte todo este tiempo. — Dió un paso hacia el frente, alzando la cabeza para mirarla fijamente. —He esperado incontables días y noches para poder correr detrás de ti y cazarte. Siempre ha sido lo que más he ansiado.

—Es una forma muy elegante de decir que deseas matarme y poner fin a mi concepto. — su voz mutó un instante, recordándole al acento de Nana de Espinas, a cómo modulaba la voz y se movía al hablar.

 

La loba rió entre dientes roncamente, echando las orejas hacia atrás.

—Cazar no es solo matar. Como me dijo una vez un profesor muy sabio, también puede ser atrapar, buscar, seguir, perseguir. —dio otro paso al frente, ladeando la cabeza. —Y creo que ambas hemos pasado suficiente tiempo en soledad resintiendo a nuestros padres.

—Qué sabrás tú de soledad, muchacha. —siseó la Lúnula, airada. Reconoció los gestos faciales de Estrella Polar.
La Garou le sostuvo la mirada unos instantes sopesando sus opciones. Finalmente, Aliento del Cazador se aproximó con pasos medidos hacia Newa, cambiando a homínido en un parpadeo. Le tendió el brazo sosteniéndole la mirada.

—Compruébalo tú misma.

 

Newa pareció tentada a desvanecerse frente a la Garou. Pero quizás fue la seguridad con la que la Modi hablaba o quizás fue la necesidad de decirle que no llevaba razón, la Lúnula le tomó la mano reviviendo los recuerdos de Diana y después de Aliento del Cazador.

 

Cómo a veces pasaban meses sin poder ver a sus padres. Cómo Diana hacía lo imposible para llamarles la atención: Inundar los baños del colegio, no hacer los deberes, romper el televisor de casa, meterse en peleas que no podía ganar… Pero nada servía para traerles a casa. Cómo acabó ganándose la expulsión de todos y cada uno de los colegios de Cáceres, hasta que se vieron obligados a mudarse a Madrid. Y allí dejó de verles. Sabía que existían porque le dejaban la comida hecha, o notas en el frigorífico. Ropa nueva, recados, DVDs, juegos…

 

Pero Diana se crió sóla, acostándose sóla y despertándose sóla. Se dejaba la televisión encendida, sin prestarle atención, para tener ruido de fondo que acallara el silencio. A veces era la radio, otras una videoconsola. Otras, una streamer que ahora le resultaba familiar. Encerrada en aquella ciudad al no disponer de dinero con el que poder moverse por sí misma, en la que ni en fin de semana sus padres estaban en casa. Años en los que ni una sola vez pudo bajar a Cáceres a ver a su abuelo.
Con 19 años, huyó de Madrid guiada e inspirada por los sueños de una Lúnula que debía cazar y que la llevaron hasta el Salugral, donde encontró una familia, una Manada y un Clan que arrancaron de su ser el rencor y la pena. El miedo. La soledad. Y trajeron la risa a su corazón otra vez.

 

Newa no pudo sino fruncir el ceño, en un atisbo de extrañeza, sorpresa. Miró de hito en hito a la Garou con una mirada nueva.

—El lobo solitario muere joven. —recordó la Garou. —Y aunque sé que no eres una Garou, nosotras somos mucho más fuertes que nuestro pasado y todas las putadas por las que hemos pasado. Necesitas una manada, una familia. Y… —Aliento del Cazador comenzó a rascarse bajo la nuca en tic nervioso. Newa la miraba expectante. —Mientras yo exista, tendrás una amiga a la que quejarte de tu hermana, si es lo que necesitas y quieres.

 

La Lúnula la miró sorprendida y sin palabras durante unos instantes antes de estallar en una carcajada que pilló por sorpresa a la pelirroja. Era bonachona y alegre, una risa que reconoció de Canción Nueva. Una risa cantarina y luminosa.

—Dices eso ahora, ¿pero no querías ir a los Grandes Salones del Valhalla a retar al mismísimo Odín? —nuevamente, había un tono burlón en su voz. Pero había un claro atisbo de esperanza en este.

 

Aliento del Cazador bufó conteniendo una carcajada. Se aclaró la garganta, algo avergonzada.

—No negaré que había pensado en al menos ver las grandes puertas de los grandes Salones en los que Thor y Odín beben hidromiel. ¿Acaso existen de verdad?
Newa ladeó la cabeza, claramente divertida.

—¿Una Camada de Fenris dudando de la existencia del Valhalla?

—Permíteme tener dudas cuando, tras morir, fui a unos grandes salones que resultaron ser un burdo engaño. —gruñó Aliento del Cazador bajando la cabeza, todavía molesta por haber caído ante tal trampa.

 

Newa, sintiéndose claramente culpable, suspiró.

—Eso, me temo, fue en parte mi culpa. —le dedicó una pequeña sonrisa. —Entonces te guiaré hasta sus puertas, joven Espíritu. No te guardaré rencor si decides adentrarte en los grandes salones.

 

Aliento del Cazador no tuvo tiempo a ser consciente de la pregunta que surgía en su interior, cuando Newa la llevó ante unas gigantescas puertas en medio de un inmenso bosque de follaje dorado y rojo. Eran los árboles más hermosos que jamás Aliento del Cazador había presenciado. Las hojas de los árboles caían mecidas por un viento inexistente,  cubriendo la zona con un polvo dorado y rojo. Las puertas, situadas al final de unas largas escaleras, eran de piedra, madera y metal, sin ornamentación elaborada más allá de dos enormes aldabas con dos cabezas de lobo mostrando sus dientes.

 

La Garou se apareció frente a las  grandiosas puertas, y cuando fue a empujarlas, un Garou enorme de rostro muy familiar y claramente borracho, tiró de las hojas hacia el interior de la estancia.

 

Voz de Garm la miraba con el ceño fruncido

—¿Dónde coño has estado, Aliento del Cazador? ¡Llevo horas contándole a estos gilipollas sobre cómo les ibas a sacar la columna vertebral por el culo como no tengan cuidado! ¡Pensaba que no ibas a saber venir! —el Skald le echó el brazo por los hombros tratando de arrastrarla hacia dentro.

 

El olor a Hidromiel, cerveza, carne asada. Exquisito y embriagador. El gusto a la sangre fresca, metálico y fuerte en el paladar. La Garou echó un vistazo al interior de los Grandes Salones vislumbrando a Odín y a Thor en una larga mesa al fondo de la estancia. Reconoció a Loki, a Balder. Y los cientos, miles de ojos expectantes que deseaban que entrara en los grandes salones. Ojos que querían ponerla a prueba, someterla, doblegarla. Demostrarse a sí mismos que ella no era tanto como el Skald cantaba.
Vió a Thor reclinado sobre la mesa, agarrando el mango de un martillo. 

 

Y fue entonces cuando se dio cuenta. 

 

Se deshizo del agarre de Voz de Garm sin mover los pies del sitio y lanzó una mirada a todos aquellos grandes héroes del Gran Salón.

—No soy vuestra enemiga, soy una Camada de Fenris, igual que todos vosotros. —declaró proyectando su voz hacia el interior. —Y aun así me recibís con espadas, hachas y martillos. No porque queráis comprobar que soy tan fuerte como Voz de Garm, Skald de los Camada de Fenris, afirma. Si no porque tenéis ¡MIEDO! —rugió emitiendo un pulso de rabia, y desafío que fue devuelto por los presentes. —De que una mujer, de que una Garou Cliath demuestre que todos sois débiles. No voy a entrar a vuestro juego de mediros las pollas. ¡Si tenéis la puta necesidad de comprobar siempre quién es el más fuerte, es que TODOS SOIS DÉBILES! Y no compartiré mi tiempo hasta el Ragnarök con débiles. —alzó la mirada hasta Odín, que parecía sonreír divertido ante los gritos e insultos que los guerreros lanzaban a la pelirroja. —Disfruta tu colección de Viejas Glorias, Anciano. Aún tengo mucho que correr y cazar.

 

La Garou cambió a forma Lupus antes de echar la cabeza hacia atrás y lanzar un Aullido de Desafío para después desaparecer de allí para continuar su caza.


Newa a veces huía de ella, otras corría con ella, mientras Aliento del Cazador, por fin podía perseguir y viajar, conocer el mundo a través de la misma Umbra, siguiendo sus instintos más primarios. Ahora por fin era libre de hacer lo que siempre había deseado con una pasión y entrega total. Ambas sabían que de una forma u otra, habían vivido en soledad durante gran parte de sus vidas. Y ahora ambas tenían un trozo del Clan de la Inspiración de Selene para poderle dar la espalda a la soledad, aún cuando no se paseaban por la Umbra del Salugral.

 

Realizado por: Angy

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