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Memorias de un Hombre Lobo Adolescente

Paró el coche en el mirador de la Montaña, admirando las luces de su ciudad. Su tocayo Anselmo atronaba en los altavoces, pero extrañamente eso le daba paz. Desde su Primer Cambio, las cosas se habían complicado un poco. La Rabia le bullía por la piel, a él, que siempre había sido un tipo tranquilo poco dado a la violencia. Ahora sólo sentía las ganas de morder a alguien, de correr libre, de ganarse el respeto de los otros Garou.

 

Inspirando hondo, salió al aire de la noche. Sentado en el capó de su coche, encendió un cigarrillo y rememoró todo. El fin de semana había sido intenso.

 

Su llegada al orfanato, casi veinte años después de abandonarlo. Su miedo por su hermana, desaparecida sin decir nada. Su paranoia por si algún humano descubría el secreto de los hombres lobo…

Poco a poco, como un torrente, los recuerdos y las emociones afloraron en tropel. Aun sentía el miedo a Madre y a los fantasmas, pero el recuerdo de Garra-Sangrienta y Risa-Protectora dando sus vidas por todos le confortaban. Involuntariamente, notaba su dedo fantasma latir. ¿Lo sentiré porque soy Theurge? ¿Tendrá mi dedo un espíritu propio? – se escuchó pensar. – No, es porque eres gilipollas, Phil.

 

Todavía estaba ahí la hermandad sentida con Robe y Doc, compartida en los momentos de incertidumbre.

 

La vibrante sensación de su Primer Cambio, incluso tras la pelea con Cupcake. O del primero voluntario, con la vigilancia de Santiago y Juicio-Justo.

 

Las carcajadas le vinieron a la garganta cuando recordó su paso por la Umbra. El chiminaje a la Tejedora con exceso de confianza, y a cinco feroces hombres lobo cantando “Había una vez un barquito chiquitito…” dados de la manita.

 

Pero sobre todo, dos sonrisas le venían a la mente. La de su hermana, Racor-de-la-Tejedora, al volver a verle. "Estoy orgullosa de ti. Te debo un viaje al reflejo de nuestra realidad". Quizás el momento más feliz de toda mi vida. Y, extrañamente, la sonrisa de Tessie diciéndole “No puedes morir, aun me debes una tarta de zanahoria”. Aun tenemos esa cuenta pendiente.

 

Dejando todo pensamiento de lado, se bajó del capó para hacer lo que había venido a hacer. Estaba seguro de que Aullido-Severo tenía algo que ver con la paralización de los permisos de la refinería que querían montar en Cáceres, pero algo en la futura mina de litio le olía mal. El Wyrm era insidioso, y una mina casaba demasiado con lo que le habían contado que solía hacer. No sabía si tenía derecho a investigar, pero nadie podía culpar a un joven cachorro por salir a correr y encontrarse algo, ¿verdad?

 

Ajustó su GoPro en el pecho y comenzó un trote ligero. Las trochas de la montaña eran las mejores para recorrer a altas horas hasta que no pudiese más.

 

Al fin y al cabo, como le dijeron, “si ves que la Rabia te posee, corre hasta que no puedas más”.

 

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