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Hugo del Bierzo

Los pasos resuenan rápidos pero firmes por los laberínticos y resplandecientes pasillos de la clínica barcelonesa. Casi inconscientemente el personal sanitario se aparta del propietario de dichos pasos, ya que algo en su interior les dice que es una buena idea.

 

Marco llega a uno de los mostradores de la zona de maternidad y lanza una afilada pregunta a la enfermera que se encuentra tras el mostrador. Sin ni siquiera dar las gracias el Ragabash se encamina hacia el número de habitación obtenido, la 202, que irónico. Mueve la mano lentamente hacia el picaporte e inspira fuerte para sosegarse antes de entrar en la habitación. Los últimos días en Cáceres le han tocado un poco los nervios, pero no es nada que él no pueda solucionar, aunque mucho teme que le sea imposible ocultarlo ante ella.

 

La puerta se abre y como él temía, ella está ahí, Mihaela de Dalça, Athro de Los Señores de la Sombra y peor aún, su madre. Le contempla con gesto severo desde sus ojos azul hielo. Un gesto de ella es todo cuanto él necesita para saber que además de estar enfadada, está molesta por su tardanza. Y es que llegar tarde el día que nace tu primer hijo, no debería tener excusa alguna. Otro gesto de ella alerta a Marco de que más le vale no empezar a hablar para excusarse o será peor.

El resto de los ocupantes de la habitación los componen una mujer morena que duerme plácidamente y dos recién nacidos que descansan a su lado. Despacio y sin despertar a su mujer, Marco coge en brazos por primera vez a su hijo, con tanta delicadeza que el infante ni se despierta. Pocas palabras pueden plasmar el instante de fascinación, emoción y miedo que experimenta un padre primerizo al sujetar a su prole por primera vez en brazos, así que nos las ahorraremos.

 

Pero tras ese momento la imponente señora que es Mihaela Dalça, coge a la otra recién nacida y la coloca en el otro brazo de su padre. Marco pletórico se esfuerza por contener las lágrimas de felicidad. El pequeño que podrá seguir sus pasos y la que será la niña de sus ojos.

 

- Ella podría llamarse Nicoleta – rompió el silencio Mihaela – Al igual que tu abuela.

 

Marco miró a su pequeña y le susurró su nombre. No quería que ese momento terminara. Después su madre le lanzó otra sugerencia:

 

- A él deberíamos llamarlo Eduard, como tu padre.

 

Negando y sin volverse, completamente cautivado por el niño, que torpemente se despierta y mira sin ver a su padre, con unos ojos terriblemente azules, el Ragabash responde.

 

- No, se llamará Hugo. Hugo del Bierzo. Abuelo Trueno siempre recuerda a aquellos que caen por él.

 

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