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Un Club Selecto

El paquete había llegado temprano. No había una carta propiamente dicha, aunque habría sido innecesaria, en cualquier caso. Tan sólo un colgante de cuero trenzado, cuyo adorno consistía en un pequeño óvalo de cristal. En su interior, un simple cabello. Junto con el amuleto, una tarjeta publicitaria, de un local de Cáceres. Parecía algún tipo de club de caballeros, o algo similar. El logo mostraba una pipa de fumar, y unas volutas de humo ascendiendo. No había mucho más. Un club de fumadores, alguna vez lo había visto, estaba seguro, al pasar en el coche con los cristales tintados, de camino a algún otro lugar. Junto con ambos objetos, un aroma que hacía totalmente superfluo hacer cábalas sobre el remitente. Ella quería verle.

 

Tras analizar con cuidado y calma el colgante, y asegurándose de que aquello era lo que creía, no pudo evitar silbar por lo bajo para sí mismo. El poder y el renombre necesarios para disponer de fetiches así, era perturbador. La Piel de Mono, lo llamaban. Al colocarlo alrededor del cuello, nadie percibiría, ni siquiera a un nivel inconsciente, la Rabia que se agitaba en el interior del Garou que lo portase. Vitaly sentía escalofríos al pensar en el chiminaje que habría sido necesario para crearlo.

Apenas el sol se ocultaba en el horizonte, se encaminaba a la entrada del club. Su habitual traje y camisa negros como su propio pelaje, en esta ocasión eran rematados por una asfixiante corbata, tan negra como todo lo demás. Odiaba aquella prenda en concreto. Era como un segundo lazo que añadir al que él mismo colocaba alrededor de su Rabia. Asfixiante, opresiva, le hacía sentirse maniatado y constreñido. Eso siempre era peligroso, más aún ante alguien como ella… pero las apariencias son tan importantes como el fondo. Existían muchas formas de mostrar respeto ante alguien, pero sólo una de faltar al mismo, y era no pensar en la persona a la que uno se dirigía. La Piel de Mono funcionaba admirablemente. Hacía muchos años que Vitaly no podía mirar directamente a los ojos a un ser humano sin que éste empezase a temblar. Habría sido imposible que pasease por la ciudad sin el fetiche.

 

- Puntual como sólo un pájaro de mal agüero puede serlo, Vitaly…- la mujer le saludó con afabilidad, incluso una inquietante sonrisa. Cualquiera habría podido pensar que era un insulto, pero todo el mundo sabe que los pájaros de mal agüero por excelencia, son los cuervos.

 

- La Letanía debería contemplar un anexo en el que se prohibiese hacerte esperar, Mihaela - decidió corresponder a una broma con otra, aunque aquella mujer no era alguien con quien jugársela. Reposaba en una especie de diván, con las piernas cruzadas, más recostada que sentada. Un largo vestido de noche, sobriamente negro, dejaba ver una de sus piernas, y un escote que habría sido escandaloso en otra época. Su mirada se detuvo en ese peligroso ángulo, pero lo que buscaba era el colgante. Similar al que le había enviado, con un solitario cabello aprisionado en una jaula de cristal.

 

- Tan encantador como correcto, como siempre…- le respondió ella, manteniendo la sonrisa –Media tribu aún se pregunta por qué nunca has traído descendencia- alrededor la gente conversaba en tono bajo, cercano al susurro, y el humo en el ambiente daba un aspecto irreal a la estancia. Nadie parecía prestarles atención, pero Vitaly había vislumbrado a un par de muchachos que habían acompañado en otras ocasiones a Mihaela. Parientes.

 

- He de admitir- admitió, mientras se sentaba frente a ella –que es un alivio poder relajarme un poco. Parecería que llevo veinte años en un orfanato, cuidando y vigilando posibles parientes, acosado por maliciosos espíritus.

 

Ambos rieron. Ambos mostraron un rostro amable y divertido, aunque en ninguno de sus rostros llegó esa alegría genuina a los ojos. Cubrían lo dramático de la situación en cortesía agradable, mientras podían. Vitaly se daba cuenta de que probablemente ella le veía a él como él veía a su manada. Joven e impulsivo. Vibrante y lleno de vida, a la par que lamentablemente inexperto.

 

- ¿Y bien?- preguntó de improviso. La sonrisa había desaparecido, aunque no era un semblante severo. Simplemente era el rostro de un depredador, atento a lo que se le ofrecía –Tengo entendido que todo ha salido relativamente bien… Pero sabes que mis intereses van más allá de lo obvio.

 

- Muy cierto, señora- Vitaly no pudo evitar que sus orejas se moviesen imperceptiblemente, en el gesto de alerta innato de todo lobo –El muchacho es prometedor, y un digno sucesor de su linaje. Aún le preocupa en parte lo que puedan opinar los demás, como es comprensible. Sin embargo, ha cumplido con creces, y me gustaría seguir contando con él en la manada.

 

- ¿Y el resto? He oído que ahora sois más… Una buena nueva, sin duda- su expresión mostraba a las claras que ya conocía los hechos, y tan sólo quería su análisis personal.

 

- Poco a poco todo va tomando forma- asintió Vitaly con la cabeza, intentando no ofender a su interlocutora y superior, con la mirada –El Abuelo ha adoptado a tres nietos más. Dos de ellos han pasado el Primer Cambio… una Philodox y una Galliard. La tercera fue una sorpresa. Nacida bajo el auspicio Theurge, aunque aún no ha cambiado… Los hijos del Ciervo cuidaban de ella hasta ahora, pero ha decidido continuar su camino bajo las alas de la tormenta.

 

- Interesante. Más que aceptable- el gesto ahora si mostraba la satisfacción con el trabajo de Vitaly –Y… ¿Madre? También he oído que tuvo un encuentro con tus garras.

 

- Destruida- dijo restando importancia al hecho de que ella no debería saber esa parte –Lo preocupante es cómo fue posible que una Perdición así llegase hasta nosotros. Podría tener alguna vinculación con lo ocurrido en el sur, en Málaga.

 

- Hablaremos en otra ocasión de ello, querido Vitaly. Abuelo Trueno está contento contigo. Más de lo que esperaba yo misma… aunque no podía ser de otro modo, como bien sabes.

 

El fracaso no era una opción contemplada en los designios de Abuelo Trueno. La conversación se prolongó durante algún tiempo más. Temas menos perentorios, banales, distendidos. Vitaly sonreía genuinamente contento cuando salía del club. Había empezado a llover, y una tormenta se anunciaba con lejanos truenos, cada pocos minutos. Hablar con un Athro era una dura prueba, incluso cuando era para celebrar algo. Los parientes quedarían a su cargo, su manada seguiría existiendo. La Cara Oculta de Selene. Y el momento de buscar a Vareshka se acercaba, pues pronto no le necesitarían…

 

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