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La Antigua Canción de Luna Muerta

 

 

Hace mucho tiempo, no tanto como para no poder medirlo en años, no tan poco como para recordar la fecha exacta… Bueno, antes incluso de ello… Una hija de Selene, una lúnula, cobró consciencia de sí misma. Se podría decir que había nacido un espíritu, un avatar de espíritu, para ser exactos. Como ocurre con todos los linajes espirituales, los hijos no dejan de ser una faceta, limitada, parcial, de los padres. Esta lúnula era un trozo de lo que simboliza Selene. Hay muchas y variadas hijas de Selene, casi tantas como noches tiene el tiempo, y sería una tarea ingente catalogarlas, o simplemente nombrarlas a todas ellas.

 

Esta faceta en concreto, sentía una curiosidad enorme por todo lo nuevo. Y para ella, ese “todo” era literalmente TODO. Las mareas umbrales, las fronteras entre zonas de la Teluria, la voz de Selene, su brillo, la reacción de los seres vivos a ese mismo brillo… Todo. Por otro lado, todo lo que le hacía sentir curiosidad, le entusiasmaba. Hacía cuanto podía por aprender de ello, y fomentarlo. Cuidarlo, mimarlo y hacerlo crecer. Suena bonito, pero recordemos que las cosas desagradables también podían hacerle sentir curiosidad y entusiasmo. Selene tuvo que aceptar que su nueva hija era así. Inspiraba a todo lo que existía a ser lo que estaba destinado a ser. Awen fue el nombre que le puso.

 

A lo largo de las eras Awen simbolizó y encarnó el concepto de la inspiración. El ser humano alzaba la vista al cielo, maravillado por las estrellas, pero sin poder dejar de prestar atención a algo más brillante que dichas estrellas: Selene. Siempre fue Awen quien motivaba esas miradas, esas fantasías alumbradas bajo la luz plateada de la noche. O las travesuras y maldades ejecutadas al amparo de la ausencia de dicha luz.

 

Volviendo a ese “hace mucho tiempo” que no escapa de la medida de los años, encontramos a un joven Morador del Cristal. Su Primer Cambio fue inusualmente tardío. Lo que normalmente ocurre en la adolescencia, cortando de raíz cualquier conato de vida normal, en su caso ocurrió cuando ya tenía una vida adulta. Probablemente incluso familia, aunque es una historia para otra ocasión, quizás. El hecho de tener una vida, no significa que fuese una vida normal y corriente. Nuestro protagonista era una eminencia. Un genio de la ingeniería y la aeronáutica. Ciertamente tenía parientes entre el Pueblo. Aquellos que viven en la ciudad. Aquellos que vigilan, o sirven, según a quien preguntemos, a Tejedora. Esos parientes alentaban el éxito del muchacho, sobre todo cuando se hizo poco probable que cambiase. Les abriría puertas a muchos proyectos, lo supiera él o no. Pues había conseguido el sueño de muchos niños ilusionados con grandes futuros. Era astronauta.

 

Esa es, ciertamente, una historia digna de ser contada, pero tampoco es el momento. Su Primer Cambio, tardío, como hemos dicho, le sobrevino siendo ya astronauta, aunque por fortuna para él, pero probablemente desgracia de todos nosotros, no en el espacio. En su infinita sabiduría, Gaia nos hace cambiar durante la adolescencia, por cruel que nos parezca, para evitar tener que deshacer toda una vida, para entregarse a una causa que no deja espacio para nada más. Sus parientes tuvieron que re-educarle. Explicarle cosas. Abrirle los ojos a la verdad. La Rabia brotó de su pecho como un torrente. Su percepción del mundo había sido, hasta cierto punto, agradable. Había visto el planeta tierra desde el espacio. Había contemplado la grandeza del universo un poco más de cerca que los demás. Eso le llenaba de…  bueno, alegría, supongo. 

 

Los rangos altos dentro de la tribu decidieron, contra lo habitual, que continuase siendo lo que era. Las posibilidades eran demasiado golosas para dejarlas pasar simplemente. Un Garou en el espacio. Físicamente. Manipularon y prepararon aquello, para asegurarse de que en su equipo sólo hubiese personas con lazos con los Garou, o fácilmente desechables y manipulables. La carrera del Morador del Cristal astronauta galopaba con fuerza y sin obstáculos. Sin duda había sido inspirado. El gran día se acercaba, y volvería a volar, a elevarse más allá de la atmósfera para contemplar a Gaia.

 

Así es como ocurrió. No relataré aquí y ahora el infierno que supuso controlar cada simple aspecto del proyecto para evitar una tragedia catastrófica. Lo cierto es que nuestro protagonista llegó a encontrarse en el vacío, flotando, como en otras ocasiones. Pero todo era distinto. Sentía cada vibración que emanaba del planeta. Cada grito de dolor. Cada estertor de agonía. Contempló a Gaia sabiendo lo que ocurría en realidad. Sabiendo la verdad. Donde antes veía algo hermoso que le inspiraba, ahora sólo veía dolor, caos y destrucción. Podía sentir cada árbol muriendo, cada río vertiendo muerte contaminada en las ciudades, provocada a su vez por otras ciudades. Podía ver toda la basura que rodeaba a Gaia. Y lloró. Odió con toda su Rabia la luz plateada que le permitía ver aquello. Los Moradores del Cristal le dieron por muerto. Perder el control y ceder al frenesí allí arriba… Por motivos más que evidentes se dio carpetazo al asunto, incluso para el propio Pueblo. Aquel Garou había muerto ese día. Pero antes de morir, había escuchado un susurro. Uno que le prometía venganza contra todo lo que había provocado aquel desastre. No su tribu, inconsciente y ambiciosa. No la humanidad, cegada por sus propios logros. Venganza contra el origen de todo ello. La inspiración. 

 

Aquella noche nació Luna-Muerta, Danzante de la Espiral Negra, y junto con su Rabia, vomitó la promesa de hacer honor a su nombre, ante los espíritus, y ante la propia Gaia…

 

Lo cierto es que Luna-Muerta movió cielo, mar y tierra para dar con Awen y ejecutarla. Incluso el resto de esbirros de Wyrm le temieron. Impulsos del Wyrm, diversos engendros que servían al Padre Oscuro, abominaciones que nunca debieron existir… todos le servían y temían a partes iguales. Y sin embargo terminó cayendo. Aún viven, en algún lugar, los Garou que llevaron a cabo esa gesta. Pero la cuestión es que Awen no fue destruida, devorada ni corrompida. Ninguna de las caras de Wyrm pudo reclamar dicho trofeo. La pequeña lúnula escapó, y se escondió durante años, evadiendo la caza letal, que continuaría incluso tras la desaparición de Luna-Muerta. La Inspiración no puede ser destruida, ¿verdad?...

 

* * * * *

 

Actualidad. Algún lugar de la península... 

 

No es frecuente asistir a la reunión de los malvados, los dementes y los psicópatas. Pero se reúnen, como todo el que siente la necesidad de tener a sus congéneres cerca. Los Danzantes de la Espiral Negra también se reúnen en manadas. Juana Guerra aún tenía miedo de los que se suponía que eran sus hermanos. Sus hermanos reales, no aquellos pusilánimes amantes de… ¿De qué?... se preguntaba. No lo tenía muy claro. Meneando la cabeza apartó esos pensamientos. Ya no eran parte de su familia. Su familia estaba allí, con ella, en ese momento. Aunque les tuviese miedo.

 

El que más miedo le daba era el inmenso Metis. Le llamaban Rabia de Ostara. Decía que era su nombre. El enorme bastardo se aferraba a aquello como último resto de su “infancia”. Antes de escuchar al Padre Oscuro. En ocasiones le sorprendía mirándoles en la oscuridad, con sus brillantes ojos anegados de Rabia. Juana no escondía la incómoda verdad del miedo que sentía en su presencia. ¿Se sentirían así al contemplarla a ella los que se autodenominaban El Pueblo? Sentía lástima por ellos. Habían sido engañados durante tantísimo tiempo que era imposible que no se comportasen como patanes. Pero ellos les enseñarían. Por fin eran una manada, y los rumores hablaban de que su Alfa iba a ser alguien de renombre. Quizás algún héroe que descendiese de los Aulladores Blancos. Sus leyendas hablaban del indómito pueblo de los pictos. De cómo fueron los primeros en conocer la verdad y jurar lealtad al Padre Oscuro para salvar a Gaia. ¿Cómo sería ese portento? La curiosidad que sentía rivalizaba con el miedo que le provocaba Rabia de Ostara.

 

El resto de sus hermanos compartían su inquietud, salvo quizás el Metis, que les odiaba a todos por igual. Fue entonces cuando vio algo que le llamó la atención, eclipsando miedo y curiosidad. Era inaudito. Estaba frente a ella, como una silueta más, en la penumbra del Pozo, pero esas facciones eran inconfundibles. El pelo rojo y exuberante, como una llamarada viviente. Los rasgos perfectos cincelados como si de una obra quimérica se tratase. Decían que por sus venas corría sangre de hadas. Decían que en su mente se encontraban los secretos de las historias ancestrales. Pero por encima de todo, Juana no podía creer que estuviese allí por un motivo de peso. Era uno de sus principales enemigos y objetivos de la manada.
-¡Tócate los cojones!- exclamó, llamando la atención del resto de la manada –Desde luego tienes valor para aparecer por aquí, precisamente tú.

 

El interpelado esbozó una sonrisa. Sin duda se había vuelto loco y había decidido poner fin a su miserable existencia. Sin embargo se limitó a encogerse de hombros y encenderse un pitillo. La llama del mechero y el ascua del cigarro, incandescente por unos instantes, hicieron destellar reflejos rojizos en un mechón de pelo. Con un gesto algo teatral se colocó bien las pequeñas gafas circulares antes de decir nada.
-Desde luego las historias hablan de mi valor, no debería sorprender a nadie- su voz cumplía con creces la promesa que hacían las historias sobre aquel Garou. Aquellos que aún no le hubiesen reconocido, o visto siquiera, se vieron forzados a mirar en su dirección, pero nadie saltó a su yugular, tal era la estupefacción reinante.
-Hay una línea que separa el valor de la estupidez. Muy tenue, pero existe, viejo- Juana vio la oportunidad de ganarse por fin un nombre entre los suyos. Quizás desterrar al miedo, al ganarse el respeto de aquellos monstruos- y te vas a arrepentir de haberla cruzado.

 

Su plan era sencillo. Un golpe rápido, por sorpresa. Decían de él que le gustaba demasiado el sonido de su voz. Hablaría y le insultaría antes de hacer nada, pero ella no pensaba dejarle hueco para ello. El plan era tan sencillo y rápido de ejecutar que… ¿Por qué demonios no había saltado ya? La llama del maldito mechero seguía danzando caprichosamente, a escasos centímetros del rostro enmarcado por aquella barba pelirroja. 
-¿Qué ocurre, Juana? Es ese tu nombre, ¿cierto?... Espero con ansiedad tu movimiento. Tu momento de gloria. Tu golpe traicionero y por sorpresa- la sonrisa del Garou se ensanchó, y Juana fue consciente de que algo no encajaba, más allá de no poder moverse. A su alrededor, sus hermanos también contemplaban lo que ocurría, sin reaccionar.
-¿Qué hacéis, bastardos?- les espetó –¡No os quedéis ahí parados! ¡Acabad con él!

 

Nadie se movía. Quizás estuvieran bajo el influjo del mismo poder que le atenazaba a ella. O quizás simplemente no entendían lo que ocurría, no le habían reconocido. Necesitaba hacerles moverse. Ya no quería el golpe glorioso y el respeto de sus hermanos. Sólo quería poder moverse y apartar la mirada de aquella mirada demente que mutaba con el baile de la llama del mechero. 
-¿Acaso no le reconocéis? ¡Es Canción Antigua! ¡Padre Wyrm le quiere muerto!
-Juana, Juana, Juana… Llegará el momento en que tu agresividad desmedida sea de utilidad… pero ese momento no es ahora, ni el lugar es este. Prácticamente todo lo que has dicho está mal. Claro que me reconocen. Pero Padre Wyrm no me quiere muerto… ese momento pasó y se fue. Y no soy Canción Antigua. Ya no- el mechero parpadeó y se apagó en ese momento, pero una luz fantasmal seguía iluminando aquél rostro de pesadilla –Puedes llamarme Luna-Muerta… pues a una lúnula vamos a matar…

 

Esa misma noche. El Salugral...

 

Los espíritus se agitan alborotados. Todos han aprendido a dirigir a Sal-U el mismo respeto que anteriormente profesaban a los seis tótems. Para ellos no había cambiado gran cosa. Pero esa noche, sin embargo, si que habían cambiado otras cosas. Cosas fundamentales. Cosas importantes. Cosas terribles. La desesperación amenazaba con ahogar y asesinar a la inspiración. Los espíritus repetían el mensaje incansables: 

 

"¡Canción Antigua ha caído. Luna-Muerta se alza de nuevo!"

 

Esta es la historia de cómo Luna-Muerta poseyó a Canción Antigua. Un espíritu cuyo odio eterno a Selene perdura más allá de la muerte, e incluso puede corromper a quienes buscan la inspiración con total entrega.

 

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