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Diario de una Científica

 

 

La música clásica suena en el pequeño laboratorio. Una mujer joven y pelirroja, de ojos claros a la cual siempre cubre parte del rostro una máscara se mueve de mesa a mesa tranquilamente. No parece ser de por aquí, sus rasgos son del este. No un este tan profundo, quizás como aquellos que conocéis a Destiny, a Valeria o a Viktor. Esa máscara no es querer ocultar, es proteger. Ella nunca enseña su cara a cualquiera. La máscara le filtra el aire, le da oxígeno, la protege de partículas exteriores. ¿Viviría sin ella? Puede, pero poco tiempo. Su vida es complicada, quizás solo para dar un beso a un ser querido tenga que coger aire o arriesgar su salud.

 

Sus movimientos son pausados, lentos. Los típicos de una persona que medita y piensa de forma profunda en lo que está haciendo. El laboratorio es pequeño, ¿o acogedor más bien? Un fregadero, mesas de muestras y todo tipo de artilugios. Algunos parecerían venidos del futuro por los movimientos que hacen, la velocidad a la que dan resultados o sus complejos mecanismos. Pero no todo el mundo está acostumbrado al material de laboratorio. La lámpara de luz V indica que está bajo tierra y una puerta de seguridad la separa del resto del que probablemente sea su refugio. ¿Dónde está? Todo un secreto.

 

Ella es inteligente, extremadamente. Obviamente su punto fuerte no es el campo de batalla, por eso no está ahí. Ella no es como Lupo, Natasha o KQ. Ella es quien recoge datos, los procesa y el apoyo que todo experimento necesita para seguir sobreviviendo. Ella es una pieza clave en la síntesis de productos o medicamentos necesarios para ellos. Ella es el cerebro científico que está detrás de la lluvia de balas, del telón de acero o de las salpicaduras de sangre. ¿Tiene un arma? Claro. ¿Sabe usarla? Por supuesto. Pero es el último recurso. Su rostro afable despierta confianza y alguien que puede darse al diálogo.

 

Introduce componentes en una máquina, se desplaza de mesa. Prepara una muestra y la pone al microscopio. Una mueca de fastidio recorre su rostro con un chasqueo de decepción. Se apoya con ambos codos encima de la mesa pensando, inclinada hacia delante hacia el foco de su fastidio. Busca solución a algo y no da con ello. “Es por ayudar a un buen amigo…” recuerda las palabras que le dijo a Natasha antes de enclaustrase aquí. Ella solo recuerda las que la caótica le dijo, lo que chocaba con su comportamiento habitual y lo que más vueltas da en su cabeza: “Vuelve a casa, ven con nosotros”.

 

4-Eyes suspira entre la decepción del fracaso y la preocupación con la situación exterior. Está al tanto de la gente del Salugral. Todo sería más sencillo si su sobrino no estuviera allí. También escuchó de la última explosión en el polígono industrial. ¿Cuánto tiempo podrán seguir sustrayéndoles materiales a Pharmatecnic si siguen haciendo tanto “ruido”? No entienden la complejidad de la investigación. Realmente no entiende su existencia, les compadece. 

 

 

De repente apaga la música y escucha. Una bombilla amarilla se ha encendido en algún lugar el laboratorio. Anda esta vez rápido hacia la puerta y pasa el proceso de descontaminación. Soltar la ropa de protección, recibir esos chorros que huelen de forma fuerte a productos químicos y salir poniéndose otra ropa más cómoda.

 

La nueva habitación es muy distinta. Todas las paredes están llenas de colores, mariposas de todos los colores, no dejando ni el techo libre. Todas parecen pintadas de forma improvisada con pincel. Del techo cuelgan distintos móviles de bebes, el suelo está lleno de juguetes esparcidos. La habitación se extiende hacia una zona más neutra donde se podría hacer vida. Un dormitorio improvisado de cama plegable todavía por hacer y una pequeña cocina anexionada a un salón. Destacan tres puertas más, una de ellas acorazada. Hay lámparas V por todas partes y un sistema elaborado de aire. Si que están bajo tierra.

 

Una pequeña niña de pelo moreno, mona, con un vestido azul está sentada llorando. Entre sus manos una muñeca barbie rota a la altura de la cadera. Su llanto desconsolado llena toda la habitación y 4-Eyes se acuclilla delante de ella tendiéndole la mano. La niña le enseña la muñeca y la mujer sonríe. Coge la muñeca y se dirige hacia la cocina y la pequeña niña se desconcierta. La sigue sin saber qué pasa.

 

4-Eyes rápidamente apaña un arreglo para que la muñeca esté bien y se sujete firme, lo disimula vistiéndola y se la entrega:

- No podrá doblar las piernas, pero es normal. Acaba de tener un accidente y es como si llevara una escayola, hasta que se recupere tendrás que cuidarla bien, Anna.

- ¡Si tía Vareshka! – dice la niña emocionada sonriendo, coge la muñeca,  corre a volver a sentarse y seguir jugando con el resto de juguetes.

 

La mayor no puede evitar reír sola viendo la poca complejidad de los problemas de los pequeños, desconectando de la rutina del laboratorio. Se prepara un té, consulta las notificaciones de su Tablet y queda un rato absorta mirando a la pequeña divertirse y simular sus propios mundos de fantasía y juegos. Unos mundos sin problemas donde el mayor problema es que no queda azúcar para preparar el pastel y hay que ir corriendo a la compra. Un mundo donde no hay discusiones, nadie alza la voz, ni discute. Un mundo sin rabia. Un mundo en paz. Un mundo inexistente.

 

Su sonrisa se va borrando poco a poco. La mente de 4-Eyes es inquieta y procesa muchos datos a la vez. Encuentra posibles soluciones a su problema, pero ellas sola las descarta. Es como un ordenador funcionando haciendo complejos cálculos, dándose la solución así misma. Hasta que de repente, abre mucho los ojos y entiende que ha dado con una posible solución. Remota, con un alto porcentaje de fracaso. Pero esto es ensayo y error, hay que comprobarlo. Sale disparada a paso acelerado hacia el laboratorio de nuevo.

 

 

La carrera de 4-Eyes se frena en seco. Alguien ha llamado a la puerta acorazada. Nadie llama a esa puerta, está oculta. Nadie puede encontrarla. Se para en seco, se da la vuelta. Mira incrédula. ¿Ha sido su imaginación? Alguien con la suficiente fuerza como para golpear ese armatoste metálico desde un lado hace que suene al otro como el que llama sutilmente a una puerta de madera. 4-Eyes se queda congelada.

 

Ella mira a Anna y la pequeña solo dice:

- ¡Han llamado a la puerta! ¿Es mami?

 

4-Eyes comienza a sudar. Es posible que su refugio esté expuesto. No ha sido una alucinación. La llamada a la puerta vuelve a sonar atrayendo la atención de las dos, de forma insistente.

- Recoge tus cosas Anna como te he enseñado – dice de una forma seria sin dejar de mirar la puerta. Anna asiente y rápidamente se levanta, coge una mochila ya llena y se la pone a la espalda. Coge otra que empieza a llenar de forma rápida con algunos de los juguetes que estaba jugando. Es como si lo tuviera ensayado, es como si ya supiera que debe escoger y que dejar atrás.

 

La científica corre hacia la puerta blindada y activa el sistema de seguridad. Activa su contraseña por voz para visualizar el exterior de la puerta y un mensaje aparece en la pantalla: “¿Activar sistema de descontaminación del refugio?”. 4-Eyes escudriña la pantalla con la mano encima del botón rojo de la puerta, no consigue ver nada.

 

El chillido de miedo de Anna acompañada de una fuerte ráfaga de viento la sobresalta y 4-Eyes se gira sacando el arma. Hay una niña más en el refugio de pelo negro, prácticamente con la cara tapada por él. Viste ropas roídas y ponzoña brota de alrededor de su cuerpo, como una asquerosa brea negra que se la estuviera consumiendo y a la vez otorgándole la vida. Ahora las dos están separadas y en medio la amenaza, pero Anna no puede ver al ente. La científica le dice que se pare mientras que, para la niña, ella apunta al aire con su arma.

 

La nueva visitante solo ríe de forma gutural y estrambótica. 4-Eyes da señales a Anna para que se acerque a ella rodeando pegada a la pared. Anna tiene mucho miedo y le cuesta entender, 4-Eyes se lo repite de forma lenta y el viento vuelve a aflorar con fuerza inquietando a la pequeña. No puede mandar el protocolo de actuación, no puede hacer nada salvo no separarse del mando de seguridad. Pero ya es tarde. La corrupción está aquí. La han encontrado.

 

Anna consigue hacer el mayor acto de voluntad y fe de su vida con tan solo cinco años y corre llorando hacia 4-Eyes sin poder seguir sus indicaciones. En un paso en falso pisa esa brea que la niña no consigue ver, pero que 4-Eyes ve claramente que se pega a su suela como una lapa sin limitar su movimiento. Según llega a ella la coge guardando su arma, es ridículo una pistola en esta situación. Le quita ambos zapatos a la niña y activa el botón para descontaminación y apertura de la puerta.

 

El ente no se mueve, solo está ahí para perturbar y 4-Eyes lo sabe. Todos los avances del último día los va a perder… Pero no queda otra. La puerta se abre poco a poco y el ente les dirige la palabra:

- Madre busca a todas sus hijas. ¿Porqué huis de su llamada? Tú eres de los nuestros.

 

4-Eyes no duda, según el cuerpo de las dos cabe, vuelve a dar al botón y sale por la puerta. Ella se pierde en un largo pasillo subterráneo y su laboratorio quedará reducido a cenizas por fuego sin llamar la atención en la superficie.

 

Esa hija de Madre… quizás nunca estuvo aquí, o quizás sí. 

 

Tú… ¿Qué habrías hecho?

 

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