Menú Principal

Las Elinas

 

En la espesura de la selva, una pequeña amazona se abre camino despreocupada. Sigue un rastro en solitario y va fuertemente equipada, como si su viaje no fuera una mera travesía, sino que lleva demasiado tiempo en el camino o que su destino aún está lejos.

 

Ella no es de aquí, no es como las amazonas de Kehjistan. Ella tiene la tez más clara, es muy joven y porta armas y herramientas mucho más confeccionadas, creadas en una forja. Sus atuendos son menos tribales que las de la zona, pero artesanos. Al pecho porta un tabardo con un símbolo, un ojo con una gran cicatriz y una lágrima. Quien haya viajado por Khanduras sabrá a que hermandad pertenece.

 

Las amazonas de la Hermandad del Ojo Ciego o Arpías, como se llaman a sí mismas, eran las encargadas de vigilar el paso del Este en el monasterio de Khanduras, bajo el mando de Cuervo Sangriento. Pero muchas cosas se han torcido desde aquel entonces y una gran catástrofe calló sobre ellas. Esa catástrofe se llama Andariel.

 

Naara ha tenido una vida difícil y es demasiado joven para toda la desgracia que ha tenido que vivir con las Arpías. Ha visto su apogeo, su caída y ahora su intento de reconstrucción. Siempre ha sabido prevalecer y luchar por lo que cree y ahora está en medio de esta jungla intentando llegar a su destino: los héroes que se dirigen hacia Kurast.

 

El paso de la amazona es decidido hasta que se escucha el quebrar de una rama. Un hombre indígena sale al paso de la amazona, con una gran lanza y apenas un taparrabos para cubrir sus vergüenzas, perforaciones por todo el cuerpo y tatuajes. Detrás de él una docena más idénticos. Todos enarbolan armas tribales de la zona, dispuestos a acabar con su víctima. Esperan sorpresa por su gran número y preparación. Van a por la pequeña amazona porque es un apetecible trozo de carne con el que jugar hasta que se cansen y después consumir para llenar sus estómagos.

 

Pero la pequeña Naara no se sobresalta, los mira con indiferencia. El gran hombre que sale a su paso se extraña y le pregunta en un idioma chabacano si no tiene miedo. La amazona le mira con ojos vacíos, sin tan siquiera hacer amago de defenderse o coger sus armas. El líder prevé que algo malo va a ocurrir, pero no percibe esencia demoníaca en ella para tener que achantarse. Sus hombres se impacientan por coger pronto su trofeo y comenzar con la fiesta que tienen pensada, llevan horas siguiéndola y haciendo planes.

 

El líder cansado de la situación, dejando a un lado la preocupación y abordado por la impaciencia, da un paso hacia Naara para cogerla antes de que se le pueda escapar y esta esboza una sonrisa de medio lado. Nueve flechas se clavan en un abrir y cerrar de ojos en el pecho del hombre, cayendo de rodillas y al suelo casi sin vida, viendo como la sangre escapa de su cuerpo y sin poder moverse ni hacer nada. Los otros huyen despavoridos aclamando a dioses antiguos por protección y llamando a Naara demonio. Ella continua con su media sonrisa mirando cómo huyen despavoridos y la vegetación a sus espaldas comienza a moverse porque alguien se aproxima.

 

Tres figuras altas y esbeltas, preparadas como Naara surgen de la frondosa jungla colocándose una a una detrás de ella. Las tres llevan el tabardo de la hermandad, ese ojo ciego con una lágrima y se presentan como si fueran obedientes soldados saludando a su superior. Las tres un día fueron hermosas mujeres, dignas de los sueños de un hombre que visitara un bosque olvidado y encontrara un edén. Hoy tienen un aspecto muy distinto.

 

Las tres amazonas lucen con una tez pálida, grisácea. Ojos lechosos y perdidos. No respiran, no sienten, no se cansan. Antes estaban llenas de vida, ahora son no-muertas. Las creaciones de Anrol, el cual perturbó los cadáveres de las hijas de Ardesc para crearlas, están allí al pie del cañón con Naara, siendo independientes y aprendiendo.

- ¿Capitana? – Pregunta una a la joven amazona

- Somos Arpías, somos Elinas. – Responde Naara a las tres amazonas no-muertas. – Luchamos por que se nos reconozca dentro de la hermandad. Somos como Elin, aquella madre que nunca pudo reunirse con su hijo. Sufrimos como ella, por eso en nuestro tabardo hay una lágrima, por ella y todas las caídas por la corrupción de los demonios. Es hora de devolverles al agujero al que pertenecen. – Naara mira hacia ellas – Rompemos y hacemos desaparecer todos nuestros lazos con el pasado para ser las mejores. Seréis una más con las hermanas, no nos fallareis… Acabad con ellos y alimentaros.

 

Dos de ellas salen corriendo despavoridas con una amplia sonrisa a por sus víctimas y la que parece más joven de las tres se queda mirando a su nueva Capitana.

- ¿Dudas? – Pregunta Naara a su amazona.

- ¿Rompemos y hacemos desaparecer todos nuestros lazos con el pasado? – Pregunta queriendo saber.

- Todos – Responde Naara.

 

La amazona no-muerta sonríe de tal forma que daría miedo a cualquiera que estuviera vivo y corre tras sus hermanas para obtener parte de la caza.

 

Estas son Naara, Enara, Santha y Veress. Este es el comienzo del batallón de las Elinas, de las hermanas de las Arpías bajo el estandarte de la Hermandad del Ojo Ciego que bendecidas por Akara y custodiadas desde el más allá por Cuervo Sangriento, se internan en la selva para comenzar su propio camino en Santuario.

 

ReferenciaLa Muerte se lleva por Dentro (PONER LINK NUEVO)

Contacto

Cualquier tipo de contacto que quieras realizar con la asociación envía un correo a: admin@revcc.es

Indicad en el asunto la ambientación o duda.

Información Adicional