Menú Principal

Epílogo: Víbora

 

 

               



Oleadas de oscuridad avanzaban implacables, aniquilando cuanto había sido creado en cualquier momento del tiempo. Era una pesadilla. La Entropía avanzando y borrando de la existencia todo cuanto el brujo podía imaginar, pensar, percibir, idear… Era SU pesadilla. La ausencia total y absoluta de Vida. Algunos podrían acusarle de haber sido en cierto modo un adalid de esa destrucción. Sacrificio tras sacrificio, con la única idea de prolongar su propia existencia. ¿Podía realmente recriminarle algo a la Entropía por hacer lo mismo? Sacrificar toda la existencia para prolongar su propia realidad.

 

Pero lo cierto es que él no consideraba que fuese el mismo caso. No recordaba cuántas vidas había “sacrificado” para ser eterno, efectivamente. Pero no era aniquilación. No arrojaba esas vidas al vacío inclemente. Vivían en su interior. Cada chispa vital extinguida se incorporaba a su patrón. A su existencia. A su Vida.

 

Sentado en el tocón de madera viva, que se amoldaba a su cuerpo, hizo algo poco frecuente. Su cuerpo se retorció, convulsionando brevemente. Una arcada. Nada extraño en un cuerpo vivo. Lo extraño fue el saltamontes que emergió de entre sus labios, saltando a sus pies.

 

 

-Sí, ya lo sé… no me mires así- le saludó –Esto no es necesario, pero verte físicamente me ayuda a organizar mis ideas.

 

 El pequeño insecto le observaba indiferente. El tiempo transcurrido formando parte de Víbora le había dado una visión única de… bueno, del mundo. De tantas y tantas formas distintas de vida. Era como unirse al cosmos…  contenido en un mero grano de arena del desierto, un único ser humano. ¿Humano? Era un ser, eso al menos era cierto.

 

 

-Los últimos días han sido interesantes. Creo que ya no necesito más vida. He existido lo necesario. Y si te soy totalmente sincero, me da miedo. Entropía dice que no puede tocarme. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Lo engullirá todo y quedaré yo solo? ¿No sería lo mismo? Eternamente siendo lo único que existe.

 

El saltamontes continuaba su contemplación del curioso brujo. Le parecía majo, aunque en su opinión le daba demasiadas vueltas a una verdad obvia y evidente.

 

 

-¿Sabes? Ahora entiendo aquello de que los extremos se tocan. Su hubiese logrado mi aspiración inicial, hace tantísimo tiempo, de convertirme en TODA la Vida existente, no sería muy distinto. Sólo existiría yo. Eternamente siendo lo único que existe. ¿Por qué el miedo entonces, te preguntarás?

 

Su silencioso oyente no se preguntaba nada. Dio un tímido salto, encaramándose a su rodilla. Le parecía apropiado. Al fin y al cabo no tenía una mano que apoyar en su hombro para intentar consolarle.

 

-Gracias. Hace mucho que nadie cree necesario hacer algo así. ¿Te importa que te llame Verde? Me gustan las palabras con V… y es un poco insultante llamarte simplemente saltamontes. Aunque bueno… a estas alturas eres el único que existe.

 

Sus pensamientos empezaban a desenmarañarse. Perdía consciencia de si mismo y divagaba entre las infinitas formas de vida. Paradójicamente, todo cuanto había consumido e incorporado a su esencia, era en esos momentos una especia de Arca de Noé. Sería divertido intentar explicarle a Airón el concepto de Arca de Noé… Oh… claro. No estaba ya por allí…

 

Como si el nombre lo hubiese conjurado, el cuchillo apareció en su mano. Lo observó detenidamente. Estaba vivo, claro. Percibía como el pequeño utensilio le observaba acusadoramente. Urgiéndole a hacer algo. Habían planeado aquello. Víbora debía devolver parte de su ser para traer de vuelta a Airón.

 

-No serviría de nada ahora mismo- no tenía muy claro si le hablaba al cuchillo, a Verde, o a sí mismo…  ni siquiera tenía muy claro si había una diferencia –Entropía llegará pronto, y si te traigo ahora, volverá a engullirte. Estás más a salvo formando parte de mí por ahora.

 

El cuchillo se agitó en su mano, vibrando irritado. Pero como era de esperar, no dijo nada.

 

-Nunca te he presentado a mi familia, Airón- dijo girándose en el tocón –Estas son Veda, Victoria y Vera- iba señalando según las nombraba, tres inmensos árboles a su espalda –Ellas soportaban lo mismo que tú antes de que nos conociéramos. Pero claro, se repartían la carga.

 

Durante algún tiempo, un concepto irrelevante para él a esas alturas, permaneció en silencio. El cuchillo y Verde se “miraban” con “caras” de circunstancias.

 

-No es justo que estés aquí. Tú no querías pasar tus últimos momentos junto a mí, sino junto a Géminis. Te ha hecho tanto bien. Intentaré arreglarlo. Ya sabes, siempre tengo algún plan absurdo en marcha. No sé qué ocurrirá si este funciona.

 

Pensar en los demás le hizo ser consciente de las picaduras que recorrían su cuerpo. Palpitantes, repletas de vida que ya no era ajena. La necesitaría para hacer lo que planeaba. Facetas de la Vida que no había explorado lo suficiente. Si planeaba acabar con la Entropía misma, necesitaba entender cómo tomaba forma la vida en su esencia más pura. ¿Qué pensarían de él? Su último acto público había sido huir. Si al final todo daba igual, y ser el único al que no aniquilaban, o convertirse en toda forma de Vida existente resultaban ser lo mismo… ¿Qué más daba lo que pensaran? ¿Para qué traerles de vuelta de un modo u otro? Ahora ya no padecían, y los fragmentos que quedaban, en su interior, eran ajenos a todo lo que había ocurrido. Existían. Felices, si eso era relevante.

 

-Lo cierto es que yo también he cambiado, ¿sabéis?- les dijo, a la vez al cuchillo, a Verde, a los árboles –En el fondo sigo siendo algo prepotente, pero ya no quiero simplemente trascender. Quiero que sigan existiendo. No dentro de mí, sino independientemente. Digamos que no me sale de los huevos que Entropía les aniquile. Sí. Puede que también haya acumulado algo de Hubris. ¡Te he dicho que no me mires así!- Verde se limita a observarle, una vez más, lo cual no hacía sino acentuar el reproche.

 

En los límites de su dilatada percepción, al borde del pantano, la oscuridad, la ausencia de Vida seguía avanzando. Los primeros animales y plantas del pantano empezaron a ser engullidos. No se podía razonar con la Entropía. Figuras humanoides, con rasgos reptilianos, y plantas que desafiaban las leyes básicas de su naturaleza, moviéndose por el lugar, intentaron enfrentarse a la nada. Intentaron suplicar, en nombre de su señor, la Víbora del pantano, que les permitiese existir hasta que resolviese sus asuntos con él. Daba igual realmente. Alguien se había adelantado a Entropía.

 

Destino había decidido, por algún motivo, aguardar a la aniquilación junto al brujo llamado Víbora, en su nido. Junto al brujo, junto a un cuchillo, un saltamontes llamado Verde, junto a tres árboles que entrelazaban sus raíces con las de Víbora, junto a un árbol dorado que recordaba a la Madre del Aquelarre. Pero lo que ocurrió en esa conversación, es ya historia…

 

FIN


Relato de: Curro

Contacto

Cualquier tipo de contacto que quieras realizar con la asociación envía un correo a: admin@revcc.es

Indicad en el asunto la ambientación o duda.

Información Adicional