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Medita. Avanza. Golpea.

 

 

Una mente vacía es el perfecto reflejo de la creación.

 —Medita.

Una mente vacía es el inicio del Do.

 —Avanza.

Una mente vacía es el escudo contra el caos.

 —Golpea.

Templo budista de Cáceres.

 

—Como ya te he dicho varias veces, apareciste aquí como si hubieras salido de la nada —dijo una voz grave y calmada —. Todo el mundo es bienvenido aquí si viene con intenciones pacíficas, pero siempre sabemos que alguien se acerca. Tu aparición fue inesperada e imprevista. Hacía mucho que no nos sobresaltábamos de tal manera aquí.

 —Oh, claro. Gracias por refrescarme la memoria, Hermano… —la voz se paró y la cara del interlocutor mostró una expresión de confusión —gracias. Siempre olvido que ya me lo has contado antes.

 Quien había preguntado era un joven alto, de cuerpo delgado, con gafas y pelo largo y moreno. Llevaba una ropa que parecía no ser suya o, como mínimo, tener un gusto peculiar; una americana gris, camiseta blanca, vaqueros azules y zapatillas.
Sin esperar a que su interlocutor respondiera se dirigió a una de las habitaciones interiores del templo.

 —De nada, Hermano Duwa. Volveré a responderte lo mismo en unas horas. Una buena prueba a mi paciencia. —murmuró el anciano y calvo monje budista antes de retomar su camino.

 

En su habitación, el Hermano Duwa realizaba ejercicios marciales mientras intentaba calmar su mente. No recordar nada no es motivo de vergüenza. Es motivo de alegría. La mente vacía es el inicio del Do. Se repetía constantemente mientras golpeaba el aire con movimientos precisos.
Medita. Avanza. Golpea. Mantenía la respiración constante, medida, precisa.

Quien no tiene un pasado, tiene todo el futuro por delante. No recordaba qué había hecho ayer, pero recordar mantras era fácil.
Medita. Avanza. Golpea. No actuaba sin reflexión, pero sus movimientos traicionaban su supuesta calma. Los puñetazos llegaban más lejos de lo que quería. Las patadas se proyectaban más fuertes de lo que debía ser.

Con un futuro dedicado al Do podré servir mejor a los demás y llevarles la Armonía. Sin prejuicios, sin esperar nada a cambio. Quieto, los pies desnudos sobre el frío suelo de baldosas,  cerró los ojos y los puños.
Medita. Avanza. Golpea. Un golpe al aire más. Pero este era burdo. No tenía la gracia de las artes marciales monacales.

Mi vida no va a ser para mí. Mi vida va a ser para los demás. Para llevarles la Armonía. Aún tenía los ojos cerrados, pero su respiración se agitaba más y más.
Avanza. Golpea. Otro golpe, otra burla al estilo elegante y paciente que conocía.

Ayudaré a cada uno que necesite un mano amiga. Escucharé sus tribulaciones y responderé con firmeza, dando mi apoyo si la tarea es noble.
Avanza. Golpea.
Duwa lanzó una patada al aire y al caer trastabilló.

Expandiré mi mente para abarcar todas las demás. Todo pensamiento será acogido y formará parte de la Armonía. Y si alguien osa acallar las voces...Será acallado.
Golpea.

Todos juntos usaremos los puños para forjar nuestra voluntad de hierro. La Armonía hará que los distintos se vuelvan uno.
Golpea.

Sin pasado, porque no lo recuerdo.
Golpea.

Sin futuro, porque no lo recordaré.
Golpea.

Sin voz porque no hay nada que pueda decir.
Golpea.

 

Exhausto el joven cayó al suelo y allí se quedó dormido sobre el frío suelo de baldosas, sintiendo una soledad absoluta, pues nada había en su cabeza más que un enorme vacío que nunca podría ser llenado.

 

Solo podré actuar para ayudar a otros. Y pobre de aquellos que decidan evitar que lo haga…
Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea. Golpea…

 

 

 

Relato de: Pablo

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