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Compañeras de Piso

 

 

Los días se hicieron largos después de las últimas revelaciones. La hermética Libelle estaba enfrascada en su propio infierno en la tierra debido a un ser que no la dejaba a sol ni sombra.

 

Entro en un juego peligroso, un juego en el que Jeremiah quería que Jaelle sufriera, y lo consiguió. Jaelle se sentía desconsolada mientras cínicamente Jeremiah intentaba consolarla. Era un juego entre ambos, Jeremiah intentaba sabotear cualquier romance de la caída con una llave de caja de música. Prometía a la persona amada por Jaelle que podría librarse de ella sin repercusiones usando la llave en su pecho, una simple llave acristalada con una base metálica. Ningún amante valoraba lo suficiente a Jaelle por su ser y se sentían abrumados e intimidados. Ninguno excepto Obiecit. La trampa de un viejo a un niño.

 

Jaelle entendía que ese no era un amor correspondido pues querían acabar con ella y las palabras de Libelle siempre rondaban a Serafina, buscando que el romance se rompiera para que la Corista estuviera a salvo. Cuando todo sucedió fue la propia Corista la que se dirigió hacia la caída con la llave y ahí el corazón de Jaelle se partió. Con furia se dirigió hacia Libelle para acabar con su existencia y Serafina se interpuso, la caída se fue arrebatando el pago adelantado que hizo Jeremiah, el libro con la sabiduría sobre la Piedra Filosofal, envuelta en un halo de odio y lamento.

 

Más tarde, Veronique intervino y Jaelle mató a Libelle pero la señora vestida de rojo intervino. Jaelle recompuso el cadáver devolviéndole la vida e impuso un mal sobre Libelle, debía rezar para hacer su magia y no solo eso, Jaelle le daría permiso para usar su poder. La situación con Serafina se relajó y Jaelle comenzó un proceso de reconquista a fuego lento. Su capricho estaba sobrepasando límites insospechados ante los ojos de los más confabuladores de su entorno. ¿Por qué si no alguien daría información de buenas sin nada a cambio? ¿Verdad Serafina?

 

Pero para Jaelle no era suficiente. Libelle tuvo que mudarse a un piso más modesto y que pasara desapercibido, uno que casualmente por obra del destino tenía dos habitaciones. Una de ellas ya estaba ocupada por las cosas de una mujer y unas simples palabras llenaron de horror su alma al escuchar la voz de Jaelle en su casa:

- Hoy te toca a ti hacer la cena.

 

Si, ahora tenía compañera de piso y Libelle intentó huir de su nueva enemiga. Se intentó refugiar en la biblioteca hermética, un lugar sagrado y seguro para la Orden de Hermes, para ver con horror como poco a poco iba desapareciendo y todo el conocimiento había sido reducido a cenizas.

 

Libelle vio su mundo destruido y no quería sufrir más. Esa misma noche en su nueva casa, de una viga de la cocina decidió ahorcarse. Tiró de la silla y quedó suspendida a oscuras esperando su final. De repente se encendió la luz y en ropa cómoda entró Jaelle a coger un refresco de la nevera y Libelle se la quedó mirando sorprendida, esperando su final que no llegaba.

- ¡No seas dramática! No te dejaré coger el camino fácil.

 

Ahora Libelle vive con un ser muy antiguo, caprichoso e impulsivo. Es ella quien se ve ahora en una situación precaria. 

 

Hace poco, Jaelle relataba sobre su hermana y lo loca que se estaba volviendo desde que hablaba. Decía que todos querían reunirse y ver que hacer, que la situación se iba de manos, pero ella por fin consiguió que Serafina le concediera quedar para tomar un café. Jaelle debía decidir si parar los pies al Azote de la humanidad o ver el capricho de su corazón. La caída miró a Libelle y contestó:

- Decidido, me voy. A ti te toca limpiar hoy los platos. Volveré tarde… ¡No me esperes levantada! Tengo que comprar un buen ramo de flores…

 

Libelle mira horrorizada la escena cayendo en la cuenta de que recibió un pago adelantado, por un trato que nunca llegó a cumplir si las dos vuelven a estar juntas.

 

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