La muchacha disfruta de la tranquilidad con los pies metidos en el agua del lago. Una leve corriente de viento mueve su cabello rubio, deslizándose por su desnudo cuerpo. Ella inspira tranquilamente con los ojos cerrados, disfrutando del silencio y tranquilidad del lugar. Cuando espira, abre los ojos despacio.
La luz la ciega un poco al principio, pues refleja directamente en el agua. Alguna libélula revolotea por encima del agua de forma incauta hasta que un pez salta intentando atraparla. Todo es tranquilo y relajante en aquel lugar. La chica comienza a tararear una canción y comienza a sonar su nombre de fondo. Una y otra vez, cada vez más fuerte. Finalmente, ella se da cuenta de que la llaman y abre los ojos como platos intentando coger aire.
Sylenna está tumbada en el suelo. Comienza a intentar levantarse, pero le cuesta mucho con su pesada armadura. Finalmente, encuentra su arma junto a ella y la utiliza para levantarse del todo. Nota la frente húmeda y algo resbalar por su cara. El golpe en la cabeza ha sido fuerte.
El silencio se ha roto. El estruendo de batalla suena en cualquier lugar de la explanada. Los demonios intentan avasallar las líneas defensivas mientras Cruzados, Paladines y Clérigos intentan contener el ataque. La chica busca con la mirada en la muralla, no consigue verle. El gran portón está apunto de ceder y los hombres no dan abasto. Demonios voladores les atosigan desde lo alto de las murallas, lo cual está permitiendo que el hervidero se concentre en el otro lado.
“Novicia Sylenna, habéis perdido el conocimiento, debo llevaros a retaguardia” – dice un Clérigo. Esa era la voz, la voz que la llamaba y rompió su paz. Él la sacó de su ensimismamiento y Sylenna pudo despertar.
La Novicia le escucha, pero comienza a ajustar su armadura, prepara su escudo y blande su arma. Una gran explosión sucede cerca, lo cual hace caer hombres al suelo, algunos muertos. Ha pasado a pocos metros, el reflejo de Sylenna fue poner el escudo por delante. Los pocos heridos comienzan a lamentarse por sus miembros cercenados o por la cantidad de sangre que comienzan a perder. Algunos tienen la suerte de ahogarse en su propia sangre para no ver nada más.
El portón acaba de ceder con un gran estruendo y como bestias agolpadas al otro lado comienzan a entrar mellando hasta la piedra de las columnas. La explanada está perdida y suena el cuerno de retirada. “Me necesitan en primera línea”, se limita a decir la Novicia.
El Clérigo duda, la coge del brazo para intentar llevársela, pero una mirada de ella basta para que él la suelte. La mira como quien observa a su héroe justo antes de morir e intenta huir. Ese pobre desgraciado habría encontrado una muerte más gloriosa intentando matar al enemigo que aplastado por una catapulta en la retirada.
Ya casi mentalizada y sabiendo qué ocurre a su alrededor comienza a moverse. Corre hacia primera línea mientras el enemigo avanza y descuartiza a miembros de su orden. Pronto una bestia alada, asquerosamente casi en los huesos y con rasgos parecidos a los de un reptil volador, sale a su encuentro. Gracias a interponer su escudo entre ella y las garras de la bestia, salva la vida en el chirriar del metal. Otra bestia ataca por su espalda, un cuadrúpedo con grandes espinas y huesos asomando de su piel roja y escamosa. Sus ojos están inyectados en un color verde enfermizo y sus fauces se abren mostrando varias temerosas hileras de dientes. Sylenna golpea con su arma en la dentadura de la criatura para que no la alcance y rueda hacia adelante. Mientras la criatura alada intenta coger altura para su siguiente ataque, ella carga contra el cuadrúpedo hundiéndole la sien antes de que pueda volver a lanzarse. Varias flechas se clavan en un ala de la criatura voladora, lo que la hace despeñarse contra el suelo. Sylenna recupera su camino hacia el frente a paso ligero, hundiendo su arma de pasada en la criatura que vuelve a intentar remontar el vuelo inútilmente.
La primera avanzada de dos Demonios de la Destrucción que atravesó el portón y fue rompiendo las filas aliadas de los Cruzados, se topan ahora con la joven novicia, mientras van arrasando a su camino. Tremendamente grandes, sin armaduras debido a su gran volumen corporal, con grandes cuernos sobre la cabeza, miran de una forma intimidatoria a la muchacha. Mueven de lado a lado un gran garrote que no habría humano que pudiera manejarlo debido a su tamaño. No parecen tener intención de frenar ante ella las dos enormes moles, pero Sylenna cuenta con la ventaja de su tamaño y velocidad. Según se lanzan a por ella, se tira al suelo deslizándose entre las piernas de una de las grandes moles, golpeando con su arma en una de sus rodillas y haciéndole caer al suelo de forma irremediable. Sylenna levanta su escudo para aguantar el bestial ataque que casi le parte el brazo de aguantar la posición. La criatura ha golpeado con su garrote todo lo fuerte que ha podido.
Sylenna no duda y busca una distancia corta sin ser aplastada, si le da rango de acción al Demonio de la Destrucción está acabada. Juega con colarse entre sus piernas, golpear rápidamente y de forma leve, hasta encontrar finalmente su retaguardia. Entonando una pequeña oración en nombre de Zakarum, el filo de su hoja comienza a brillar. Al hundirla en el cuerpo de su enemigo emite un alarido que se escucha en todo el campo de batalla. Eso no la hace parar y repite la acción una y otra vez, hasta que el demonio finalmente cae y puede desbocar su furia contra la cabeza del enemigo.
Cansada da un par de pasos atrás y escucha rugir al otro, el cual ya se ha puesto en pie. Avanza de forma temeraria hacia la Novicia la cual, exhausta, no piensa rendirse. Se pone en posición defensiva con su escudo por delante y el Demonio de la Destrucción levanta su garrote lo más alto posible, con objetivo de descargar toda su fuerza contra la chica. Antes del impacto, un acorazado Cruzado choca contra el demonio haciéndole perder el equilibrio y que su golpe haga levantar el polvo del suelo. Sylenna aprovecha para golpear la muñeca del Demonio y desarmarlo en un alarido de dolor bestial por parte de la criatura. El otro Cruzado golpea por la parte de detrás de la rodilla de la criatura con su arma, asesta de forma certera un golpe en las costillas y cuando la criatura agacha la cabeza Sylenna destroza el cráneo de un embate bestial.
El Cruzado se quita el casco. Un gran veterano acaba de hacer acto de aparición, su avanzada edad se nota en su piel y su pelo cano a fuego con su frondosa barba le hace ser identificado al momento. Aldthor “El Justo” pone su mano encima del hombro de su Novicia, orgulloso por lo que ha sido capaz de hacer. La muchacha no puede ni tan siquiera decir nada, solo asiente y coge aire rápidamente por el cansancio.
Ambos miran hacia atrás para ver que todos sus aliados ya no están allí. Han sido exterminados o habrán conseguido huir. Algunos demonios ya han llegado a aquellas posiciones y el escenario es atroz. Resuena en toda la explanada los alaridos de los que comienzan a ser devorados vivos y ya no tienen salvación alguna. En el frente por el portón no paran de entrar decenas de ellos bramando enfurecidos y buscando nuevas víctimas. Serán miles, pero ese cuello de botella es su salvación.
Los dos Cruzados comienzan a avanzar para lanzarse a la batalla que decidirá si la frontera del noreste caerá ante los demonios. Llegados a la posición, las bestias comienzan a coger cerco alrededor de ellos. Solo son dos y comienzan a ser rodeados. La situación para ambos es algo preocupante, pero Aldthor mira de forma analítica al enemigo.
“Maestre, nos superan por bastante número. ¿Qué hacemos?” – pregunta la Novicia dudando, sin bajar la guardia.
“Lo que hemos hecho siempre Sylenna. Déjate guiar. Zakarum proveerá” – responde Aldthor.